¡El
mar!... ¡El
mar Austral me
arrojó
en este lugar!...
¡Creo....creo
que fue para mostrarme
su omnipotencia
y... para que
ahora lo contemple
en toda su majestad
desde esta costa
infinita!.
¡Este
mar que besa
su costa de
arenas duras
como el viento
del sud!.
¡Estas
playas fantásticas
incrustadas
por gemas disfrazadas
de piedras por
millones de
años!
¡Y este
cielo donde
danzan las nubes
de Neptuno esfumando
el horizonte
para que sepa
que es el último
confín
del mundo!
¡Nadie
habita, estoy
solo!
¡Dejo
mi nostalgia
en algún
acantilado y
comienzo a buscar
esa fortuna
prometida!
¿Está
en estos árboles
que trepan buscando
este pálido
sol que sin
embargo brilla
como ninguno
en el mundo?
¿En este
sotobosque donde
la grama y los
arbustos se
abrazan prietos
hasta parir
estas flores
silvestres que
nunca veré
en ninguna parte?
¡El agua
dulce, pura,
virgen, corriendo
traviesa, niña,
en los chorrillos,
cayendo como
el bien desde
los manantiales
y siempre yendo
hacia los brazos
del padre mar!
Ahora caminaré
por algún
valle.
Caminaré
aunque me hunda
suavemente en
el musgo mimoso,
cruzaré
algún
río en
alguno de sus
meandros por
alguna piedra
cómplice,
hollaré
respetuoso algún
prado nunca
soñado
y seré
sorprendido
por una nieve
imprevista.
Caminaré
hasta volver
al mar, todo
nació
en el mar.
¡Como
un viejo marino
cansado de tantos
puertos he encontrado
el mío
en esta ínsula
de paz!
¡Tengo
la Esperanza
de que hombres
amantes de la
naturaleza vengan
a descubrirla,
respetando sus
montes, bebiendo
su agua, oyendo
su silencio,
pintando sus
amaneceres y
crepúsculos.
¡Sólo...
sólo
puedo en esta
costa nunca
perturbada,
encender un
pequeño
fuego.
¡Haré
ese fuego que
será
el primero!
¡Y la
llamaré
Tierra del Fuego
porque será
el fuego el
que descubra
a mi isla amada!
¡Para
todos los hombres
de buena voluntad
que la empiecen
a amarla como
yo!
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